Como otros muchos habitantes de Madrid, nosotras también hemos tenido la oportunidad de visitar la exposición Esencia del Cuero de Hermés que ha estado en el Palacio de Cibeles durante unos días este otoño.
Después de 170 años trabajando el cuero en la fabricación de bolsos, la maison aun no considera que domine este material a la perfección, pero se sienten seguros de decir que, tras generaciones implicadas en su uso, han sabido conseguir cada mínimo detalle.
Esta exposición es un viaje en el tiempo y en la evolución que se distribuye en trece salas en naranja y rodeadas de naranjos, en las que podemos disfrutar no sólo de los míticos Birkin o Kelly, sino también de diseños exclusivos para clientes únicos, y de los comienzos de la casa destinada en un principio a creaciones hípicas, como sillas de montar.
Salas en las que un artesano fabrica uno de los bolsos, proyecciones que nos enseñan los patrones para crear nuestro propio Hermés y las materias primas que utiliza la firma desde antaño: poder tocar y oler el mismo cuero (en todas sus formas: piel girada, de avestruz, de cocodrilo...) con el que se fabrican piezas tan valiosas.
Sus bolsos son modelos intemporales o recién nacidos, colores que no pasan de moda e inéditos. Son el resultado de años enteros de preparación, de largas horas de perfeccionamiento. Sólo aguardan una cosa: ser elegidos por ti.
Elementos para el hombre, para la casa, guitarras eléctricas customizadas, sillas de montar aladas, cordones de cuero a modo de puertas e infinidad de composiciones que hacían las delicias de todos los que allí estábamos.
El cuero bello nunca envejece. Los objetos fabricados con mimo y con calidad son objetos de siempre, no se estropean, al contrario se ennoblecen, se transmiten de generación en generación. Se vuelven centarios, eternos.
Algunos de los objetos tenían movimiento y te podías encontrar tanto unas botas o botines caminando solas,
como un bolso con espíritu andaluz y alma flamenca.